Hechos 26: 1-32

Olvidando por un momento la diferencia de rango y condición, Pablo habla ahora cara a cara con Agripa. Le habla del conocimiento que tiene Agripa de las Escrituras, y luego escucha su respuesta. Fue una respuesta que se oye en todo el mundo: «¡Por poco me persuades a ser cristiano!»(26:28). El Apóstol no pudo contener su entusiasmo, y exclamó: «¡Quisiera Dios que, por poco o por mucho, no solamente tú sino también todos los que hoy me escuchan fueseis hechos como yo, salvo estas cadenas!»

Ese puede haber sido el momento más grande de toda la vida de Pablo. Las cadenas que tenía en su muñeca sonaron cuando el prisionero levantó sus brazos para decir esas últimas palabras. ¡Qué momento tan memorable! ¡Sus palabras acercaron tanto al orgulloso Agripa al trono de la gracia, que casi se inclinó delante del Rey de reyes!

Cuando usted actúa con valentía a favor de Cristo, está tan centrado que se siente invencible. Pero no deje que ese pensamiento le abandone muy rápido. Es posible que usted nunca haya experimentado esa clase de audaz abandono, porque no se ha permitido estar en una situación desafiante. La mayoría de las personas no se arriesgan. Es más conveniente dejar que sea otra quien hable. Es más fácil dejar que alguien más trepe a las alturas y se arriesgue a caer.

Sin embargo, cuando llegue el día que usted decida defender la verdad, su enfoque en ese importantísimo asunto le dará una sensación de invencibilidad. Las dificultades no significarán nada para usted. Se mantendrá imperturbable ante las demás personas que están sentadas o de pie delante de usted. Ninguna de sus credenciales o títulos le intimidarán. Sus convicciones le sostendrán e impulsarán con un poder que no será el suyo. Al igual que Pablo, se habrá convertido en la voz de Dios para esa hora.

Cuando usted actúa con valentía a favor de Cristo, se llena de tanta pasión que no se da cuenta del gran impacto que hace. Lo único que importa es defender el principio que está en juego. El público de Pablo simplemente se puso de pie y se marchó. Exteriormente parecía que la audiencia había sido una pérdida de tiempo. Pero, ¿quién puede saberlo? ¿Quién sabe lo que soñó Agripa esa misma noche, y en las noches que siguieron al discurso de Pablo? A mí no me sorprendería que el acomodaticio Festo siguiera crispándose después del dramático testimonio de Pablo.

Solo Dios conoce el verdadero impacto que tuvo la heroica posición de Pablo ese día junto al mar. Finalmente, déjeme recordarle que solo Dios conoce el impacto que usted está haciendo en otros.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.